miércoles, 11 de septiembre de 2013

CAPITULO I.- LA FAMILIA (REENCUENTRO DE LA PAREJA)



REENCUENTRO DE LA PAREJA






La función de la maternidad y la paternidad termina 


cuando los hijos ya son independientes, porque se 


casan o porque deciden vivir solos. Cuando la pareja sólo 


ha estado unida por los hijos la relación se pudo haber 


deteriorado a través del tiempo.






Cuando la relación de pareja ha sido descuidada, 


existe la posibilidad de que se presenten crisis familiares 


tales como: separaciones, divorcios y ocasionalmente 


otro tipo de problemas como la huida de los hijos, 


situaciones que podrán ser resueltas según la fortaleza de la unión familiar que se haya generado.






Algunas veces, estos acontecimientos hacen más 


fuerte la relación familiar y preparan el terreno para la 


separación de los hijos; en los casos en donde el conflicto 


no se puede resolver, la familia requiere de nuevas formas 


para relacionarse y afrontar los cambios que se tengan que 


dar; por ejemplo, respetar las actividades individuales del 


otro, aceptar a los amigos o amigas de cada uno, respetar 


los espacios físicos que con el tiempo se han vuelto 


personales como la biblioteca, el cuarto de televisión, el 


jardín, etcétera.






Sobre todo la mujer siente invadidos sus espacios 


por la presencia de su esposo; es probable que ambos 


hayan perdido la habilidad de compartir actividades e intereses fuera de lo relacionado con el hogar. Lo que significa 


que la forma en que habían vivido hasta el momento ya no 


es la adecuada; entonces se requiere llegar a acuerdos 


que les permitan a los dos adaptarse a las nuevas 


circunstancias y lograr un estado satisfactorio de la 


relación.






Es conveniente que los hijos participen en la 


reorganización familiar, para que se mantenga una 


adecuada comunicación entre todos los integrantes, y así, 


los nuevos acuerdos, las nuevas reglas, permitirán que la 


familia siga brindando protección y apoyo a los hijos, sin 


que se altere el respeto a los espacios físicos y a la libertad 


individual que necesita cada uno.






Si la comunicación es suficiente y abierta, las etapas 


que todas las familias viven serán superadas de manera exitosa y la calidad de vida familiar e individual se estará 


protegiendo. Además se favorecerá un ambiente de 


confianza, seguridad y apoyo que les permitirá saber 


cómo actuar ante las diferencias.






La separación física de los hijos no representa el 


distanciamiento emocional; es decir, es necesario que los 


padres sigan brindando el apoyo incondicional que ellos 


requieren, por lo que se debe propiciar la confianza entre 


los integrantes, para que dentro de la familia se sienta 


realmente que cada uno recibe el cuidado de los otros.


La necesidad de tener espacios propios se refiere a que 


cada miembro de la familia tiene derecho a ser como desea 


ser, tiene una personalidad propia y requiere del respeto de 


los demás para desarrollarla. 






Formar parte de una familia no significa dejar de ser y hacer lo que El individuo desea; los acuerdos a los que se llegue al respecto, deberán considerar la importancia que esto tiene para cada uno.






Es frecuente en las personas, y particularmente en 


las parejas, que ante las inconformidades se queden 


calladas, con actitud de aceptación, para evitar posibles 


problemas. Por ejemplo, la esposa que espera que su 


esposo, al disponer de más tiempo en esta nueva etapa 


de su vida, la apoye en las tareas del hogar, cosa que 


no hace el señor y, por el contrario, la absorbe con 


más exigencias, como “me sirves de comer”, “hace falta 


x”, “trae”, etcétera; esto genera molestia y conductas 


de enojo, que a su vez irritan al esposo pues no se 


cree merecedor de ese trato. Ambos saben que está 


pasando algo, pero no lo hablan, lo que provoca molestia e incomunicación.






Ante esa falta de comunicación, lo conveniente es 


hablar de manera clara y directa, respetando a la pareja 


tal como es, procurando negociar qué tanto participará 


cada quien en esas actividades sin cambiar la forma 


natural de ser de cada uno. Es importante insistir en 


que estas decisiones tienen que ser francas y honestas, 


empezando por quien se esté sintiendo inconforme.






De esa manera, la pareja renovará sus acuerdos 


y podrá enfrentar situaciones difíciles, identificando 


de forma conjunta lo que requiere de cambios, a partir 


de negociaciones tranquilas, conversaciones íntimas, 


descubriendo juntos cuáles son convenientes, en términos 


de igualdad y respeto, para ambos.






Cuando se da este reencuentro entre la pareja, casi 


siempre los hijos ya se han ido a vivir solos o a formar 


otras familias, tal vez ya hay nietos; es el momento en 


que es conveniente recordar que son esposos y también 


compañeros, como al principio, como cuando decidieron 


unirse para formar una familia; que sólo se tienen el uno 


al otro, porque los hijos están ocupados en lo mismo que 


a ellos les ocupó casi toda su vida, la formación de una 


familia, la crianza de los hijos, etcétera.






Es también tiempo de sentimientos de pérdida, de 


dolor y tristeza por lo que se ha ido en el transcurso de la 


vida, pero sobre todo, es el momento en que se empieza 


a pensar en la vejez y la soledad.









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