REENCUENTRO DE LA PAREJA
La función de la maternidad y la paternidad termina
cuando los hijos ya son independientes, porque se
casan o porque deciden vivir solos. Cuando la pareja sólo
ha estado unida por los hijos la relación se pudo haber
deteriorado a través del tiempo.
Cuando la relación de pareja ha sido descuidada,
existe la posibilidad de que se presenten crisis familiares
tales como: separaciones, divorcios y ocasionalmente
otro tipo de problemas como la huida de los hijos,
situaciones que podrán ser resueltas según la fortaleza de la unión familiar que se haya generado.
Algunas veces, estos acontecimientos hacen más
fuerte la relación familiar y preparan el terreno para la
separación de los hijos; en los casos en donde el conflicto
no se puede resolver, la familia requiere de nuevas formas
para relacionarse y afrontar los cambios que se tengan que
dar; por ejemplo, respetar las actividades individuales del
otro, aceptar a los amigos o amigas de cada uno, respetar
los espacios físicos que con el tiempo se han vuelto
personales como la biblioteca, el cuarto de televisión, el
jardín, etcétera.
Sobre todo la mujer siente invadidos sus espacios
por la presencia de su esposo; es probable que ambos
hayan perdido la habilidad de compartir actividades e intereses fuera de lo relacionado con el hogar. Lo que significa
que la forma en que habían vivido hasta el momento ya no
es la adecuada; entonces se requiere llegar a acuerdos
que les permitan a los dos adaptarse a las nuevas
circunstancias y lograr un estado satisfactorio de la
relación.
Es conveniente que los hijos participen en la
reorganización familiar, para que se mantenga una
adecuada comunicación entre todos los integrantes, y así,
los nuevos acuerdos, las nuevas reglas, permitirán que la
familia siga brindando protección y apoyo a los hijos, sin
que se altere el respeto a los espacios físicos y a la libertad
individual que necesita cada uno.
Si la comunicación es suficiente y abierta, las etapas
que todas las familias viven serán superadas de manera exitosa y la calidad de vida familiar e individual se estará
protegiendo. Además se favorecerá un ambiente de
confianza, seguridad y apoyo que les permitirá saber
cómo actuar ante las diferencias.
La separación física de los hijos no representa el
distanciamiento emocional; es decir, es necesario que los
padres sigan brindando el apoyo incondicional que ellos
requieren, por lo que se debe propiciar la confianza entre
los integrantes, para que dentro de la familia se sienta
realmente que cada uno recibe el cuidado de los otros.
La necesidad de tener espacios propios se refiere a que
cada miembro de la familia tiene derecho a ser como desea
ser, tiene una personalidad propia y requiere del respeto de
los demás para desarrollarla.
Formar parte de una familia no significa dejar de ser y hacer lo que El individuo desea; los acuerdos a los que se llegue al respecto, deberán considerar la importancia que esto tiene para cada uno.
Es frecuente en las personas, y particularmente en
las parejas, que ante las inconformidades se queden
calladas, con actitud de aceptación, para evitar posibles
problemas. Por ejemplo, la esposa que espera que su
esposo, al disponer de más tiempo en esta nueva etapa
de su vida, la apoye en las tareas del hogar, cosa que
no hace el señor y, por el contrario, la absorbe con
más exigencias, como “me sirves de comer”, “hace falta
x”, “trae”, etcétera; esto genera molestia y conductas
de enojo, que a su vez irritan al esposo pues no se
cree merecedor de ese trato. Ambos saben que está
pasando algo, pero no lo hablan, lo que provoca molestia e incomunicación.
Ante esa falta de comunicación, lo conveniente es
hablar de manera clara y directa, respetando a la pareja
tal como es, procurando negociar qué tanto participará
cada quien en esas actividades sin cambiar la forma
natural de ser de cada uno. Es importante insistir en
que estas decisiones tienen que ser francas y honestas,
empezando por quien se esté sintiendo inconforme.
De esa manera, la pareja renovará sus acuerdos
y podrá enfrentar situaciones difíciles, identificando
de forma conjunta lo que requiere de cambios, a partir
de negociaciones tranquilas, conversaciones íntimas,
descubriendo juntos cuáles son convenientes, en términos
de igualdad y respeto, para ambos.
Cuando se da este reencuentro entre la pareja, casi
siempre los hijos ya se han ido a vivir solos o a formar
otras familias, tal vez ya hay nietos; es el momento en
que es conveniente recordar que son esposos y también
compañeros, como al principio, como cuando decidieron
unirse para formar una familia; que sólo se tienen el uno
al otro, porque los hijos están ocupados en lo mismo que
a ellos les ocupó casi toda su vida, la formación de una
familia, la crianza de los hijos, etcétera.
Es también tiempo de sentimientos de pérdida, de
dolor y tristeza por lo que se ha ido en el transcurso de la
vida, pero sobre todo, es el momento en que se empieza
a pensar en la vejez y la soledad.
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