En estos tres años escolares la constante y permanente motivación, así como el reconocimiento de los logros académicos y personales de los hijos constituyen la base para un desarrollo óptimo.
En algunas familias se tiende a realizar comparaciones entre los hijos en relación con sus calificaciones y habilidades, lo cual provoca una sensación de minusvalía. Es mejor identificar qué es capaz de hacer nuestro hijo para otorgar un reconocimiento (un regalo, felicitaciones, permisos); en aquellas actividades que les cuesta más trabajo llevar a cabo, brindar apoyo y comprensión: ¡No
te preocupes Lolita, juntas formaremos la cabeza del payasito!
En este periodo (6 a 8 años) no hay preocupaciones por el pasado o el futuro, el presente es lo que importa; aún no son capaces de elaborar hipótesis (por ejemplo: si me levanto a las ocho de la mañana ya no encuentro la puerta de la escuela abierta); salir con los vecinos a las maquinitas, ir al parque con los amigos, intercambiar estampas y otras cosas más, es lo que importa. Por ello
es necesaria la guía y comprensión por parte de los adultos.
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