Los padres de familia deben ser tolerantes ante los cambios bruscos en el estado de ánimo de los chicos, porque todo forma parte de la transformación que sufre su cuerpo, sus pensamientos y sus emociones.
Defienden sus derechos, suelen cuestionar las propuestas de los adultos, arman todo un drama porque no encuentran el pantalón de mezclilla preferido, no pueden estar quietos un solo instante, su curiosidad no tiene límite, evitan a toda costa estar solos, se aferran en pasar el mayor tiempo posible con los amigos de su edad, en el salón de clases les encanta demostrar a las chicas que ellos son los mejores en la tarea asignada, etcétera.
¿Ya te preparaste para tu fiesta de quince años? Toda la familia se prepara para este rito social, en donde se enfatiza dejar de ser niña para convertirse en mujer. Con los varones la celebración es más discreta, se les regala dinero, una pequeña reunión con sus amigos, un viaje, etcétera.
Cuando se presente alguna escena de enojo o desacuerdo entre padres e hijos, es mejor no continuar con el discurso de reclamos; es preferible escucharlos para llegar a un acuerdo. Hay que evitar caer en el juego del insulto, porque en el momento en que alguien empiece con la agresión las cosas se complicarán y no se solucionará nada.
Se debe observar el comportamiento de los chicos y estar al pendiente de lo que les sucede. Cuando se considere que no se tiene la información necesaria de esta etapa de desarrollo se puede recurrir a los profesores, al orientador vocacional, al psicólogo y a otros profesionales de la salud, ya que son los indicados para orientarlos.
Tanto la pubertad como la adolescencia son etapas de desarrollo necesarias para llegar a ser una persona íntegra, por lo que se requiere de la ayuda de los adultos para guiar a las próximas generaciones.
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