Desde el nacimiento, hombres y mujeres empiezan a tener contacto con otros individuos de su misma especie; este hecho continúa porque forma parte de la naturaleza. Los primeros contactos interpersonales se dan dentro de la familia, para continuarse posteriormente en la escuela, el trabajo y los grupos de pares (vecinos, amigos, “clubes”, pandillas, etcétera).
No en todo momento se puede mantener interacción con otros, pues existen actividades que no están relacionadas con la intervención de alguien más. Las labores individuales también forman parte de la vida cotidiana y se constituyen como elementos fundamentales de la salud mental del individuo.
El equilibrio entre acciones sociales e individuales está relacionado con características de personalidad, organización de ocupaciones diarias, permanencia dentro de determinado lugar, etcétera.
Es importante detectar si existen cambios en la frecuencia de contactos sociales que tiene un miembro de la familia. Esto es notorio cuando el sujeto no desea participar en actividades familiares, ha dejado de salir con su grupo de amigos, evita contestar llamadas de compañeros o gente que conoce, permanece mucho tiempo en tareas individuales (ver televisión, navegar por “Internet”) sin permitir la involucración o acompañamiento de otros
miembros en ellas y realiza labores que impiden una verdadera interacción entre personas.
Ante esto, los padres de familia deben de vislumbrar alternativas. Un síntoma de depresión es precisamente el aislamiento, por lo que convendría indagar qué es lo que está causando esta situación. Asimismo, se debe favorecer la comunicación entre familiares y la programación de acciones en conjunto (ir al parque, cine, a comer, construir algún objeto, etcétera).
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