miércoles, 18 de septiembre de 2013

De los 6 a los 8 años: ¡nuevas responsabilidades!

El ingreso a la escuela es un cambio inevitable y necesario para los niños; quizá se torna difícil para algunos porque el salón de clases es diferente al jardín de niños. La cantidad de compañeros es mayor, hay un horario de clases más amplio, existen tareas para realizar en casa, la escuela cuenta con bastantes salones de clase, hay chicos de mayor edad; además, se tiene que cargar con una mochila repleta de cuadernos y libros, incluso en algunos casos, ésta es más grande que el escolar.

Ahora, se reduce el tiempo de juego, siendo que ésta era la principal actividad de los chicos en años anteriores; el horario de consumir sus alimentos también sufre modificaciones, al igual que la hora de sueño. Los cambios a los que se enfrentan en la escuela para algunos resultan divertidos, porque hacen nuevas amistades, juegan con más compañeros, los paseos fuera de la escuela son más frecuentes y hay otras actividades nuevas y diferentes al jardín de niños.

Sin embargo, para aquellos niños que tienen miedo del ingreso al primer año escolar la intervención de papá y mamá tiene que ser más intensa.

Antes del inicio de clases se debe platicar con los hijos, explicarles de forma clara, sencilla y, sobre todo, mostrando comprensión y ayuda, para que se puedan superar los posibles miedos que se generan por la noticia “ya vas a pasar a primer año de primaria”.

Es necesario mencionarles por qué deben asistir a la primaria: “mira Karen, en la nueva escuela vas a tener muchos amiguitos para poder jugar, la maestra te va a enseñar nuevas canciones, podrás escribir tu nombre completo, leer los cuentos que te regaló tu tío Rubén. También, podrás armar el rompecabezas de muchas piezas que te compró tu abuelo. Mamá siempre irá por ti a la hora de salida; si algo te causa miedo, enojo o simplemente no te gusta, coméntamelo y juntas encontraremos una solución...”

Cuando los hijos salen de la escuela, inmediatamente les llueve una serie de preguntas: “¿cómo te fue?, ¿te comiste tu fruta? ¿sacaste algún diez? ¿qué te dejaron de tarea? ¿otra vez te pegó Lupita?...” Esta avalancha de interrogaciones confunde a los hijos porque no saben cuál pregunta contestar. Es mejor hacer una por una o simplemente preguntarles “¿cómo la pasaste?”; ellos se las ingenian para detallar los acontecimientos del día.


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