domingo, 15 de septiembre de 2013

De los 3 a los 4 años: necesitan comprensión, no regaños

Esta edad se caracteriza principalmente por el egocentrismo, es la etapa en la que todo el mundo, junto con juguetes y personas le pertenecen, y cuidado con aquel compañerito que quiera invadir su terreno o propiedades. Aquí se requiere de bastante comprensión y apoyo de los padres de familia para que el niño pueda superar esta situación.

Tal actitud es normal y algunas estrategias para ayudar a los pequeños son las siguientes:
  •  Hay que evitar frases como “eres un niño malo, préstale el carrito”, “eres un envidioso, egoísta”, “nadie va a querer jugar contigo”, “ya no te quiero si no juegas con Chuchito”.
  •  Es necesario hablarles con cariño, aconsejarlos y animarlos a ser generosos, poniendo papá y mamá el ejemplo.
  •  Enseñarlos a compartir, por ejemplo: cuando esté con sus amiguitos pedirle que les reparta un globo a cada uno para que todos puedan jugar.

Siempre que no haya violencia o grandes peleas y los niños sean de edades parecidas, es preferible limitarse a observar y dejar que los pequeños resuelvan el incidente por sus medios. Así es como aprenden; además, se acostumbran a ceder, es decir, a ser tolerantes con la frustración, un aspecto básico para que en el futuro se conviertan en adultos equilibrados.


El acompañamiento a los hijos en estas situaciones puede resultar un poco desesperante, por lo que es conveniente tener presente que a esta edad todavía no saben jugar con otros compañeros, sólo juegan a su lado, pero sin una participación hasta los próximos años.

Ahora bien, el lenguaje constantemente se va perfeccionando. Lo bueno o malo que le sucedió al niño lo cuenta a mamá o papá, se interesa porque lea sus cuentos, las revistas, pregunta por la abuelita, ofrece noticias sencillas como “a mi tía le duele la cabeza”; identifica perfectamente a sus familiares cercanos. Su juego se torna más elaborado que en el año anterior, construye una pequeña historia con los muñecos; se sienta a la mesa y come sin ayuda, también puede seleccionar sus alimentos: “quiero sopa de letras”, “quiero comer salchichas”.

Cuando asiste al jardín domina la resbaladilla, el columpio, brinca y salta sin parar en el pasto, corre sin cesar por varios minutos ¡es un torbellino! Expresa sus necesidades sin limitación: “cómprame esa muñeca”, “llévame al circo”, “quiero un helado”, “vamos a jugar”.

La imitación predomina en esta etapa, así que los adultos son el modelo; si la tía se está poniendo esmalte la niña también quiere en sus uñas; cuando el papá se pone loción después de afeitarse, el niño también quiere hacerlo. Todas las actividades de las mujeres la niña quiere imitarlas; de igual forma sucede con los niños en relación con los varones.

En la casa se puede contar con la ayuda del pequeño, darle instrucciones claras, sencillas y cortas para realizar una actividad, por ejemplo: ayúdame a recoger tus juguetes, lleva el papel al bote de basura, cepíllate los dientes, etcétera; es muy importante asegurarse si el pequeño entendió la encomienda, para evitar regaños innecesarios.

Hay que estar al pendiente de las acciones que el niño observa de los padres, sobre todo cuando son conductas negativas para un adecuado desarrollo físico y mental (tomar bebidas alcohólicas, maltratar verbal y/o físicamente a la pareja). En esta edad los niños, parecen “esponjitas”, todo aprenden y repiten, no en vano el refrán “el espejo de los padres son los hijos”.


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