lunes, 30 de septiembre de 2013

Conducta “antisocial” temprana (entre los 5 y los 7 años de edad) que persiste hasta la temprana adolescencia, expresada en términos de agresividad

Es común escuchar a padres que reportan que sus hijos han tenido problemas escolares con demasiada frecuencia, por lo que son citados continuamente en la dirección escolar de los planteles con el fin de informarse sobre la conducta del hijo, los daños que provocó y las sanciones a las que se hizo acreedor.

Los comportamientos de este tipo pueden ser muy variados, pero todos tienen en común el denotar agresividad. Entre los ejemplos se pueden mencionar: daños al mobiliario; riñas verbales y/o físicas; incumplimiento de normas como salir del salón sin autorización, gritar, lanzar objetos a compañeros; robos, etcétera.

Las consecuencias de estos actos son también diversas y van encaminadas a disminuir o desaparecer la conducta, aunque en muchos casos sólo la refuerzan. Entre las reacciones que pueden presentarse se encuentran actos de violencia física (golpes) y verbal (gritos e insultos).

Otras formas son ignorar al sujeto o sancionarlo quitando objetos o actividades que son placenteras para él.

La manera de reaccionar de los padres puede contribuir a la desaparición o al control de las conductas antisociales de los hijos, por lo que se recomienda que: se establezcan normas claras, precisas y congruentes con las acciones paternas; la instauración de límites; el uso de firmeza al dar instrucciones, y la imposición de sanciones no violentas.

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