miércoles, 18 de septiembre de 2013

De los 11 a los 15 años: “mi cuerpo está cambiando... soy un rebelde y qué”

Mamá: ¿por qué me está creciendo el pecho? me siento extraña, mi cuerpo está cambiando... Papá: mi voz ya no se escucha igual que antes, ya no me quedan mis playeras y no quiero que me salga bigote...

Es la hora de explicar y comprender lo que viven los hijos y las hijas en esta etapa de su vida llamada “pubertad”, por todos los cambios físicos que se presentan; generalmente a partir de los 11 años comienza a manifestarse la madurez sexual, aunque no se presenta con exactitud, puede ser antes o después de esta edad. Lo anterior depende de aspectos como la herencia, étnicos, alimentación y el estado de salud, entre otras cosas.

Hay que tratar de imaginar cómo se sienten los chicos, si recordamos que a los 10 años ¡son un amor! La buena voluntad que muestran en el momento de estudiar, convivir con la familia, ayudar con las tareas de la casa, inclusive el cuidado de los hermanos pequeños, en fin; la cooperación y disposición son sus cartas de buena presentación. Pero, ahora qué le pasa a su cuerpo, por qué está sufriendo modificaciones si aún papá y mamá le dicen “mi chiquito o chiquita”, aunque sea el mayor o la mayor de edad.

El abandonar la niñez para enfrentar la pubertad es una etapa que provoca desajustes físicos y emocionales en los chicos y las chicas.

El “apapacho” por parte de papá y mamá, además de la explicación de esos cambios, son esenciales para ayudarlos a comprender y aceptar las modificaciones en su organismo.

La primera señal para identificar el paso a la pubertad en las niñas es la menstruación. Generalmente la mamá debe platicar con la hija, ya que le resulta reconfortante este acercamiento por parte de la persona más importante en su vida, además de sentirse apoyada y escuchada. Platicar respecto al pensar, sentir y actuar de las hijas frente a dicho acontecimiento, es lo más recomendable que pueden hacer las madres de familia.

“Mira Elenita, estos cambios físicos son naturales y normales, todas las chicas de tu edad están pasando por lo mismo que tú; poco a poco te acostumbrarás a estos cambios en tu cuerpo, después no te causarán demasiada preocupación porque ya forman parte de tu vida. Cuéntame cómo te sientes…”

En los niños la señal para poder decir que se está entrando a la pubertad es el deseo por estar cerca de las niñas y darse cuenta que esto es un poderoso motivo para experimentar una erección; en esta etapa se presentan las primeras eyaculaciones. El padre es la persona indicada para acercarse a platicar respecto al sentir del chico cuando experimenta este deseo.

“Sabes Roberto, en esta edad vas a notar una serie de cambios en tu cuerpo, no te asustes es algo normal, a todos los chicos de tu edad les ocurre. El sentir deseo por estar cerca de las chicas es algo que nunca antes habías experimentado, pero con el paso del tiempo será
un evento que dejará de inquietarte, porque tu cuerpo madurará y podrás controlar la erección…”

Cuando se entra a la pubertad el diálogo con los chicos y las chicas de su misma edad se vuelve más intenso y frecuente, porque hay que comentar los cambios. Por su mente pasan preguntas como: qué está haciendo Susana para aceptar la menstruación y qué toallas sanitarias usará; qué piensa Alex de la atracción por Elena y de que
quiere estar el mayor tiempo posible con ella; qué se sentirá darle un beso a un chico o a una chica...

Es muy importante que sus padres les expliquen que aunque su cuerpo ya está listo físicamente para concebir un nuevo ser humano, aún no están preparados para ser padres, porque todavía tienen muchas dudas y preguntas, su estado de ánimo es muy variado y hay que enfrentar otros cambios en los próximos años. Hablar sobre métodos anticonceptivos y la sexualidad es una responsabilidad que le corresponde a los adultos, específicamente padres de familia y profesores.

Otros cambios que se pueden observar en algunos muchachos y muchachas son disminución o aumento del apetito, el horario de sueño, las relaciones sociales con los adultos (“ellos no me comprenden, porque no están pasando por lo que yo estoy viviendo”), perder interés por la escuela, etcétera, como parte de ese reajuste en su organismo.

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