Durante los años de 1850, la adicción al opio se convirtió en un problema considerable en Estados Unidos. La “solución” fue suministrarles a los adictos al opio un sustituto menos potente y, supuestamente, “no adictivo”: la morfina. La adicción a la morfina pronto se convirtió en un problema aún mayor al de la adicción al opio.
De la misma manera que con el opio, el problema de la morfina fue tratado con otro sustituto “no adictivo”: la heroína, el cual probó ser aún más adictivo que la morfina. Con el problema de la heroína vino un sustituto “no adictivo” más, la droga ahora conocida como metadona. Ésta fue elaborada por primera vez en 1937 por un científico alemán en su búsqueda de un analgésico para la cirugía, fue exportada a los Estados Unidos donde se le dio el nombre comercial de “Dolfina” en 1947. La rebautizada metadona estaba pronto siendo utilizada ampliamente como un tratamiento para la adicción a la heroína. Desafortunadamente resultó ser más adictiva que la heroína.
Para finales de la década de los 90, el índice de mortalidad de los adictos a la heroína se estimaba que era veinte veces más alto que el resto de la población.
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