Los analgésicos opioides producen una euforia de corta duración, pero también son adictivos.
El consumo prolongado de analgésicos puede llevar a la dependencia física. El cuerpo se adapta a la presencia de la sustancia y si uno deja de consumir la droga de forma repentina, pueden presentarse síntomas de abstinencia. O el cuerpo podría desarrollar una tolerancia a la droga, lo que significa que se deben consumir dosis más fuertes para conseguir los mismos efectos.
Como todas las drogas, los analgésicos simplemente ocultan el dolor por el cual se toman. No “curan” nada. Una persona que continuamente intenta aliviar el dolor podría llegar a tomar dosis cada vez mayores, sólo para descubrir que no puede pasar a través del día sin la droga.
Los síntomas de abstinencia pueden incluir agitación, dolores musculares y de huesos, insomnio, diarrea, vómito, escalofríos con piel de gallina (conocidos como “Síndrome de Abstinencia”), y movimientos involuntarios de las piernas.
Uno de los riesgos más graves de los opioides es la depresión respiratoria: altas dosis pueden causar que la respiración reduzca de ritmo al punto que se detiene y el consumidor muere.
“Soy adicto a los analgésicos recetados por los médicos. Comencé a tomar [algunos] analgésicos por prescripción médica hace algunos años cuando mi doctor me los recetó para tratar el dolor post operatorio generado por una cirugía de la columna….A lo largo de los últimos años he tratado de acabar con mi dependencia de los analgésicos y, de hecho, en dos ocasiones me interné en clínicas médicas en un intento por lograrlo.
Recientemente hice un acuerdo con mi médico acerca de los siguientes pasos”.
— Extracto de una declaración al aire del comentarista de radio Rush Limbaugh. Viernes 10 de octubre de 2003, según Premiere Radio, su emisora.
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